Espero que os guste.
CIPRIANOFOBIA
Autor@: Olga Besolí
Ilustrador@: Sonia del Sol
Género: Fantasía urbana
Rating: +13
Este relato es propiedad de Olga Besolí. La ilustraciones son propiedad de Sonia del Sol. Quedan reservados todos los derechos de autor.
Ciprianofobia.
Cuando se sentía triste, siempre acudía a la compañía de las prostitutas. Le reconfortaba el calor que transmitían a su cuerpo tullido por solo unos míseros chelines. Esa calidez humana que expulsaba de los huesos la terrible humedad adquirida durante los incontables paseos nocturnos por las infestadas calles londinenses.
Pero esa noche era diferente. La tristeza de su interior era tan grande que se había desatado en desolación, una especie de desesperación que una confesión en Whitechapel Church no podría absolver y que la compañía de una mujer de la calle no disolvería. Se sentía un mísero y un fracasado: desdichadamente, aquella noche había perdido la fe en sí mismo, en sus manos arrugadas que, temblorosas, le pedían con urgencia el siguiente trago de whisky; había perdido la fe en su profesionalidad, había desempeñado su oficio de médico durante más de treinta años, y aunque sujetase fuertemente su maletín de doctor; y había perdido la fe en el Dios misericordioso y lleno de amor que aquella noche había decidido llevarse junto a su seno a esa criatura inocente, mostrándose frío, cruel y vengativo al dejar a una madre joven y pobre desconsolada, infectada de tuberculosis, portadora de la sífilis y huérfana de hijo.
¿En eso consistía la justicia divina? Gloria y oro para su majestad, la Reina Victoria y para todos sus descendientes por la gracia de Dios; tifus, cólera y miseria para el pueblo abandonado a su suerte. La muchedumbre de la pocilga en la que se había convertido el East End londinense convivía con la pobreza en un barrio dónde los crímenes y las bandas eran el pan de cada día, dónde la prostitución era la única fuente de ingresos posible para viudas, madres y muchachas; y dónde las ratas compartían tejado con los mugrientos inquilinos de los edificios de Thrawl Street, entre los que se encontraba Mary Ann Nichols, conocida vulgarmente como Polly, una prostituta de mediana edad a la que el doctor había asistido en un par de ocasiones por coma etílico. No, si Dios existía, definitivamente permanecía absorto con los problemas de inquinas internas de la Casa Real Británica y con los menesteres de su Imperio y nunca posó sus ojos sobre elEast End. Si existía, había abandonado a sus gentes. Ignoraba las plegarias de los enfermos del London Hospital, cuya podredumbre les devoraba el cuerpo poco a poco, y se reía de los pocos feligreses que acudían a Whitechapela rezar y a los muchos otros que aparecían hambrientos y agradecidos por recibir un plato de sopa caliente y aguada, cuyas vidas podían encontrar un trágico final a cuchillo a las pocas horas, por unos míseros centavos y en cualquier esquina. No, Dios no era ni misericordioso, ni bueno con las pobres gentes de ese barrio. Probablemente, ni siquiera existía.
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